Hace algunos días me comprometí a plasmar mis pensamientos en palabras, pero el síndrome de la impostora siempre se interpone en mi camino. Es ese sentimiento de no ser lo suficientemente válido para hablar sobre Educación Social. Pero, como en todo, enfrentar los miedos es un ejercicio de superación. Así que aquí estoy, Carolina Rodríguez Gómez, educadora social, dispuesta a compartir un poco de mi experiencia en este fascinante viaje.
El comienzo de mi travesía
Me gradué en 2009 y desde entonces he estado inmersa en diversos ámbitos relacionados con la Educación Social. Inicialmente, me adentré en el mundo del ocio y el tiempo libre, un terreno que me apasiona y que me ha convencido cada vez más de que la educación no formal puede lograr objetivos inalcanzables mediante la educación formal.
Mis siguientes pasos me llevaron a organizar vacaciones adaptadas para personas con discapacidad. Fue aquí donde descubrí la diversidad de universos que existen, aprendiendo a explorarlos con calma, respeto y sin la presión de cumplir objetivos numéricos. No niego la importancia de la profesionalidad y el establecimiento de metas, pero estas deben ser realistas y consensuadas con las personas con las que trabajamos.
La importancia de la empatía y la no judicación
En mi opinión, la empatía es el pilar fundamental de nuestra profesión. Constantemente nos debemos preguntar cómo nos gustaría ser tratados y evitar juzgar, ya que desconocemos la historia de aquellos con los que intervenimos. Para lograr esto, la formación continua es esencial, así como mantener una mirada crítica y desaprender prejuicios arraigados en nuestras experiencias y historias personales.
La complejidad de la persona y la transversalidad
Es crucial entender que los ámbitos estudiados no son compartimentos estancos; están interrelacionados. Cada persona es única, con una historia que abarca diversos aspectos como la edad, género, discapacidad o migración. La discriminación debe abordarse de manera transversal, considerando todos estos puntos de vista.
Desafíos de la profesión y cuidado personal
Elegimos una profesión maravillosa pero poco valorada y, en ocasiones, desconocida. Nos enfrentamos a condiciones laborales precarias y, en algunos casos, al intrusismo laboral. Debemos exigir el reconocimiento y valorización de nuestra labor, pero no a expensas de quienes atendemos. El síndrome de la profesional quemada puede acechar, por lo que es vital reconocerlo y tomarse el tiempo necesario para descansar y cuidarnos, evitando que afecte nuestro trabajo y, por ende, a quienes intervenimos.
Conclusión: Educar con conciencia y cariño
En resumen, la intervención debe realizarse con conciencia crítica, empatía y cariño hacia nuestra labor. No debemos olvidar la importancia de lo que hacemos, evitando caer en la rutina automática que puede desdibujar nuestra pasión por la Educación Social. Cada paso que damos en este camino debe ser consciente y amoroso, recordando siempre la responsabilidad que conlleva educar desde el corazón.