¡Hola a todas!
Aquí está Eli al aparato, y hoy quiero compartir con vosotras algunas reflexiones después de ver el documental de En Portada, “¿Por qué a mí? Centros de Menores”. Si aún no lo has visto, te dejo el enlace aquí.
La vida es un cúmulo de casualidades, y esta semana, con el regreso de En Portada a la programación de La 1, se abordó un tema crucial: los centros de menores y los abusos sexuales que algunas niñas y niños en estos recursos han sufrido. Lorenzo Milá lidera este documental, y debo admitir que admiro su enfoque periodístico.
Después de dedicar tiempo a verlo, me veo compelida a compartir algunas reflexiones, especialmente porque muchas de las afirmaciones y pensamientos expresados por los jóvenes adultos que fueron tutelados son conocidos para aquellos de nosotros que trabajamos en el ámbito de menores tutelados.
Algunas de las frases que me resuenan:
- “El 90% de los menores tutelados no regresan a sus familias, ¿Por qué?”
- “Si mi mamá no lo hace bien, ¿Por qué no le enseñan a hacerlo bien?”
- “¿Cuál es el significado de familia?”
- “Valórate, quiérete, esfuérzate…”
- “Tengo la obligación de madurar antes.”
- “Necesidad de apego y seguridad.”
- “Apoyo psicológico imprescindible.”
- “Me sanaré cuando construya mi propia familia.”
Las profesionales en el documental subrayan que la infancia no tienen la capacidad para asumir situaciones familiares complejas, su ingreso en centros y, menos aún, abusos sexuales.
En mi opinión, la clave está en proporcionar un sólido apoyo psicológico desde el principio. Esto es tan crucial como la comida y la cama, ya que la infancia pueden enfrentar ansiedad, problemas de alimentación y trastornos del sueño. Pero ¿Cómo comen y duermen si no hay una guía psicológica? Sorprendentemente, a veces es necesario solicitar este apoyo, cuando debería ser automático.
La figura de la educadora familiar debería existir desde el principio, trabajando en conjunto con la familia, el centro e infancia. Pero lo que he visto en Educación Familiar no siempre cumple con las expectativas: falta de presencia en el hogar, falta de trabajo en red y seguimiento insuficiente.
El seguimiento después de los 18 años es tan esencial como el aire que respiramos. Centros específicos, pisos de apoyo, seguimiento real y mantenimiento de terapias son necesarios, pero lo que conozco no siempre me convence. El equilibrio es clave en un seguimiento efectivo.
Lamentablemente, observo una crítica destructiva entre profesionales y la ausencia de autocrítica. La falta de trabajo en red agrava aún más la situación. Necesitamos un espacio donde las profesionales puedan reunirse, exponer sus puntos de vista sin jerarquías y trabajar juntos para mejorar la estructura familiar y el bienestar del menor.
Les propongo un reto: hablar con aquellas personas que han dejado los centros y ahora son adultos. Si podemos responder a sus preguntas, hemos trabajado bien. Si aún no tenemos respuestas, es hora de autoevaluarnos.
En conclusión, la vida es una combinación de casualidades y causalidades. Sigamos trabajando para mejorar la vida de la infancia y construir un sistema más sólido y compasivo.
Hasta la próxima, Elisa.